domingo, 31 de diciembre de 2006

Silencio y Quietud (complemento post anterior)

Tiempo lectura artículo completo: 5 min 45 seg

“Procura reservarte momentos de quietud interior y aprende entonces a discernir lo esencial de lo secundario”, dice una de las primeras reglas que debe observar un estudiante de misticismo.

¿Qué es la quietud?: es tu naturaleza esencial, el espacio interno -o conciencia- en el que –por ejemplo- las palabras de este blog son percibidas y se convierten en pensamientos. Sin esa conciencia, no habría percepción, ni pensamientos, ni mundo.

Como ya lo hemos dicho, cuando quiera que haya silencio a tu alrededor, escúchalo, date cuenta de él, préstale atención. Escuchar el silencio despierta la dimensión de quietud dentro de ti, porque sólo la quietud te permite ser conciente del silencio. Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no estás pensando. Eres conciente, pero no piensas, se produce inmediatamente ese estado de serena alerta interna. Estás presente, has salido de miles de años de condicionamiento colectivo humano.

Mira un árbol, una flor, una planta. Deja que tu conciencia descanse en ellos. ¡Qué quietud manifiestan, qué profundamente enraizados están en el Ser! Permite que la naturaleza te enseñe la quietud. Cuando miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas, te conectas con él a un nivel muy profundo, te sientes unido a cualquier cosa que percibes en y a través de la quietud. Sentir la unidad de ti mismo con todas las cosas, es verdadero amor.

El silencio ayuda, pero no es necesario para hallar la quietud. Aunque haya ruido, puedes sintonizar con la quietud subyacente, el espacio en el que surge el ruido. Ese es el espacio interno de pura conciencia, la conciencia misma.

La verdadera inteligencia actúa silenciosamente. Es en la quietud donde encontramos la creatividad y la solución a los problemas.

¿Es la quietud tan sólo ausencia de ruido y contenido? Categóricamente ¡NO!: es la inteligencia misma, la conciencia subyacente de la que nace toda forma…..y ¿cómo podría eso estar separado de quien eres tú en realidad? De allí salió la forma que crees ser, y lo que la sustenta.

Cuando miras ese árbol, o un ser humano desde la quietud, ¿quién está mirando? Algo más profundo que la persona: ¡es la conciencia que está mirando a su creación! ¿Necesitas más conocimiento? ¿Crees que más información o computadores más rápidos, o más análisis científicos e intelectuales van a salvar al mundo? ¿No es sabiduría lo que más necesita la humanidad en estos momentos?

Pero ¿qué es la sabiduría y dónde se encuentra?: la sabiduría viene cuando uno es capaz de aquietarse. Sólo mira, sólo escucha, nada más hace falta. Aquietarse, mirar y escuchar, activa la inteligencia no conceptual que anida dentro de ti. Deja que la quietud dirija tus palabras y tus acciones.

Volviendo al comienzo, sencilla aparece la regla que concierne a los momentos de quietud interior y sencilla parece también su observancia. Pero, con ser sencilla sólo conduce a su objetivo, si se cumple -y SOLO si se cumple- con seriedad y rigor.

Cómo debe observarse el cumplimiento práctico de esta regla:
Apártate -por unos momentos- del transcurso de tu vida cotidiana, con el objeto de ocuparse de algo totalmente distinto de sus ocupaciones habituales. La naturaleza de la actividad deberá ser totalmente distinta de las tareas que llenan las demás horas del día. Esto no debe interpretarse como si lo que haga en esos momentos de aislamiento, no tuviese nada que ver con el contenido de su trabajo diario. Al contrario, el ser humano que se dedique a buscarlos en forma apropiada, no tardará en descubrir que -gracias a ellos- adquiere la fuerza necesaria para sus quehaceres normales. Tampoco hay que pensar que la observancia de esta regla, realmente pueda restar el tiempo que se necesita para cumplir con sus deberes: basta con que sean cinco minutos al día. Lo importante es cómo se empleen estos cinco minutos.

Durante ese intervalo, deslígate por completo de tu vida habitual: tus pensamientos y sentimientos deberán tener matices distintos de los que comúnmente tienen, deberás hacer desfilar ante la mente tus placeres, dolores, preocupaciones y acciones, de modo que todo lo experimentado lo contemples desde un punto de vista más elevado.

Para comprender de que se trata, pensemos cuan distintas a las propias se nos presentan en la vida común y corriente las experiencias y acciones de los demás, y no podría ser de otro modo, pues con nuestro ser interno nos hallamos entretejidos en todo lo que EXPERIMENTAMOS o HACEMOS y no en lo que experimentan o hacen los demás. Lo que perseguimos en eso cinco minutos escogidos, es contemplar y juzgar nuestras propias experiencias y acciones como si hubiesen sido experimentadas o ejecutadas -no por nosotros- por otra persona.

El valor de la tranquila contemplación interna, no depende tanto de qué es lo que uno perciba, sino de saber despertar en sí mismo la fuerza para desarrollar la quietud interior.

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domingo, 24 de diciembre de 2006

El silencio

Tiempo de lectura del artículo completo: 3 min 50 seg
Siempre hemos pensado que las palabras tienen un valor muy grande y que son muy poderosas. Pero el silencio es mucho más impresionante y enigmático, y sus resultados son asombrosos. Se ha dicho que el silencio es una característica de personas sabias y controladas.

Para poder ser discípulo en la escuela griega de Pitágoras, el candidato debía pasar de dos a cinco años en total silencio: de esto dependía que alguien pudiese ser admitido en los distintos niveles de la academia. Basaban esta regla en la premisa de que si una persona podía estar tantos años en silencio, sería difícil que dijera algo incoherente o que hablase solo por hablar. El aprendizaje por medio de escuchar y observar, hacía que los estudiantes se dedicaran a la abstracción y a la contemplación. Por consiguiente, ellos mismos encontraban sus propias respuestas.

Cada vez que haya silencio a tu alrededor, escúchalo: significa que –simplemente- has de darte cuenta de él, has de ponerle atención. Escuchar el silencio despierta la dimensión de quietud dentro de ti, porque sólo la quietud te permite ser conciente del silencio. Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no estás pensando. Eres conciente, pero no piensas. Cuando aceptas profundamente ese momento tal como es -tome la forma que tome- estás sereno, estás en paz.

El silencio tiene como finalidad que el hombre se conozca así mismo y comprenda su relación con Dios. Algunos usan el silencio como una forma de orar, lo cual es una costumbre muy antigua.

Muchos de los estados mentales adquiridos al practicar el silencio son estados de iluminación. Como resultado, podemos mejorar las fuerzas mentales, lo cual nos permite concentrarnos y meditar mejor. Por este medio podemos entrar en contacto con nuestro maestro interno y encontrar nuestra verdadera esencia. Al igual que es necesario controlar los pensamientos, debemos controlar también nuestras palabras, ya que son acciones en potencia cuyo efecto se manifestará al paso del tiempo.

El siguiente ejemplo dado por Mahoma les dará una idea de la importancia que tienen las palabras, los pensamientos y el silencio: Cuentan que cierto día un hombre se acercó a Mahoma y le dijo: “Soy muy desgraciado, no sé como reparar la falta que he cometido contra uno de mis amigos. Lo he acusado injustamente, lo he calumniado y ahora no sé como reparar el mal que he hecho”. Mahoma lo escuchó atentamente y le respondió: “Esto es lo que debes hacer: ve, coloca una pluma delante de todas las casas de la ciudad y vuelve a verme mañana”. El hombre hizo lo que Mahoma le indicó: colocó una pluma delante de todas las casas de la ciudad y al día siguiente volvió a verle. “Está bien”, dijo Mahoma, “ahora ve a buscar las plumas y tráelas aquí”. Unas horas después, el hombre regresó y expuso: “No pude traer ni una pluma. ¡No he encontrado ni una sola¡ Entonces Mahoma le dijo: “Lo mismo ocurre con las palabras: una vez dichas, ya no pueden ser recuperadas, se fueron volando”. Y el hombre se alejó muy triste.

Si alguien me preguntara cómo puede reparar el daño que causó con acusaciones, murmuraciones o insultos, le contaría la misma anécdota pero añadiría algo muy importante. Le diría: “Tienes que hablar de nuevo de esa persona, pero ahora dirás todo lo contrario, es decir, hablarás de sus cualidades, de sus virtudes, de sus buenas intenciones”. Y si me preguntara, “¿de esta manera repararé mi falta?”, yo le respondería: “No, esto no sería posible porque las palabras pronunciadas ya han causado destrozos en las regiones invisibles y hasta en las visibles, pero así crearás algo que contrarrestará un poco tus anteriores palabras.

Recordemos las palabras del filósofo: El principio del conocimiento es el silencio.

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domingo, 17 de diciembre de 2006

Buscando La Paz

Tiempo de lectura del artículo completo: 5 min 40 seg
Si preguntamos a nuestros amigos, compañeros, hermanos o familiares, cuál es la meta de su vida, la mayoría nos respondería que es el de estar en paz, en otras palabras, sentirse bien. Suena tan sencilla esta meta común: “Estar en Paz”. Sin embargo, nos encontramos constantemente ante conflictos que nos alejan de ella.

Vivimos en un mundo de continua lucha ¿por qué? En la mayoría de los casos, pensamos que se debe a que generalmente esperamos que esa paz, esa armonía tan deseada, venga a nosotros. Dicho en otras palabras, esperamos que las cosas externas estén en paz con nosotros, en vez de nosotros adaptarnos y armonizarnos con el mundo exterior. Así, surgen los conflictos, pues diferentes personas tienen conceptos distintos de lo que es la armonía, el bienestar interior y -para sentirse bien- tratan de lograr las cosas materiales que ambicionan, algunos subyugando a quienes no están de acuerdo con sus conceptos o con su autoridad. De allí que a través de la historia, hemos estado en constantes guerras, litigios, separaciones y las grandes mayorías se alejan de su deseada meta.

La Paz no mora en el mundo exterior, sino que reside en nuestra propia alma. Aunque la busquemos por diversos caminos y por todos los rincones del mundo exterior, quedará siempre muy lejos de nuestro alcance, puesto que la buscamos en donde no está. Por ello, hasta que subordinemos las exigencias materiales o mundanas, no alcanzaremos los más anhelados planos de felicidad y de Paz.

Estar en unión con Dios es estar en Paz, por eso es importante que el hombre estudie y medite en el concepto de su Dios, pues dependiendo de sus estudios y reflexiones, cambiará su idea de lo infinito. Al ampliar nuestro horizonte mental somos más comprensivos con los demás, nos hacemos conscientes de que todos formamos parte de Dios. En síntesis, de que somos una gran familia y estamos más unidos de lo que pensamos, pues para recibir el oxígeno necesario para el proceso de oxigenación de la sangre, todos respiramos del mismo aire, si estamos en un mismo lugar.

En el interior de cada uno reside la causa de cuanto pueda acontecerle, así que cada cual tiene el poder de determinar lo que ha de sucederle. Todas las cosas del universo material y visible tienen su origen en el mundo espiritual e invisible, en el mundo de los pensamientos. Este es el mundo de las causas, aquél el de los efectos: La naturaleza del efecto depende de la naturaleza de la causa. Aquello que uno viva en su mundo invisible del pensamiento, se realizará continuamente en su mundo material y visible. De manera que, si queremos cambiar nuestras condiciones actuales, debemos cambiar nuestros pensamientos: la modificación debe tener lugar en el mundo invisible de nuestra mente. Si estamos concientes de esto podremos vivir dentro de la verdad, salir de la desesperación y el negativismo, atraer salud, vigor y abundancia, y obtener Paz y Armonía.

¿Cómo se puede obtener ese entonamiento del ser con Dios? Algunos piensan que se obtiene adquiriendo riquezas materiales, poder y limitando el derecho de quienes dependen de ellos, pero estas cosas sólo hacen surgir la desarmonía en el ambiente en que se desarrollan: en su hogar, en la sociedad y en el mundo. No hay nada malo en la acumulación de cosas materiales, si para obtenerlas no sacrificamos a otros y si compartimos los dones que se nos conceden. Nunca obtendremos la armonía completa en un ambiente en que estemos rodeados de dolor y miseria, pues nuestro interior jamás podrá vibrar armónicamente con ese doloroso panorama exterior.

“Procura reservarte momentos de quietud interior y aprende entonces a discernir lo esencial de lo secundario” dice esta sencilla regla de oro, que concierne a los momentos de quietud interior y sencilla también es su observancia. Pero, siendo sencilla, sólo conduce a su objetivo si se cumple con seriedad y rigor.

Entonémonos con la armonía universal liberándonos de aquellas imperfecciones que nos alejan de nuestra meta. Sólo así podremos gozar del infinito poder que reside en nuestro ser, ese segmento del amor universal.
Para encaminar nuestros pasos hacia esa deseada meta de Paz y Armonía, podemos comenzar poniendo en práctica en nuestra vida cotidiana la acción de ocuparnos –por algunos minutos- de algo totalmente distinto a nuestras habituales ocupaciones. La naturaleza de las actividades deberá ser enteramente distinta de las tareas que llenan las demás horas del día. Esto no debe interpretarse como si lo que hagamos en esos momentos de aislamiento, no tuviese nada que ver con el contenido de nuestro trabajo diario. Al contrario, el ser humano que se dedique a buscarlos en forma apropiada, no tardará en descubrir que -gracias a ellos- adquiere la fuerza necesaria para sus quehaceres cotidianos. Tampoco hay que pensar que la observancia de esta regla, realmente pueda restar el tiempo que se necesita para cumplir con nuestros deberes: basta con que sean cinco minutos al día, si alguien realmente no dispone de más tiempo. Lo importante es cómo se empleen estos cinco minutos.

Durante ese intervalo, deberemos desligarnos por completo de nuestra vida habitual, los pensamientos y los sentimientos habrán de tener matices distintos de los que comúnmente tienen, deberá hacer desfilar ante su alma sus placeres, dolores, preocupaciones y acciones, de modo que todo lo experimentado lo contemple desde un punto de vista más elevado.

Después de aquello, invariablemente nuestra mente, nuestra conciencia se sentirá mucho más relajada y descansada.

Sólo realice este ejercicio por una semana, y entonces podrá disfrutar de otra dimensión sus problemas cotidianos.

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domingo, 10 de diciembre de 2006

Somos esencialmente un animal acuático: aprendamos a beber mucha agua

Tiempo de lectura del artículo completo: 4 min 45 seg
El hombre es el resultado de ciertos procesos de evolución que nos ha llevado a lo que somos en la actualidad: un ser dual de funcionamiento controlado e inteligente, con una magnífica combinación de elementos químicos provistos por la Tierra, mantenidos vitalizados por una energía existente en el aire que respiramos. Somos esencialmente un animal acuático –concebido y nacido en agua- que se ha visto forzado a adaptarse a sí mismo para vivir en el aire y que por lo tanto, requiere respirar adecuadamente y una gran cantidad de agua para conservar su salud.

Nuestro peso es mayormente debido a la humedad y agua en el cuerpo, el que producto del trabajo y del esfuerzo físico se está constantemente abatiendo, gastando y renovando partes de sí mismo, por lo que ninguno de nosotros es ahora el mismo cuerpo físico que como era hace algunos años. De hecho, la 80 ava parte del peso total del cuerpo se destruye cada día. Este gasto y disipación debe ser reemplazado, razón por la cual comemos y bebemos. El ser externo del hombre es una estructura terrenal, material, cambiando constantemente a través del alimento ingerido y el agua que bebemos

El cuerpo físico está compuesto de elementos químicos de la Tierra que entran al sistema en forma de alimento y agua, al que si le falta un determinado elemento químico necesario, disminuirá su condición normal. Todas las partes del cuerpo humano necesitan ciertos elementos para la producción y circulación de la sangre, la formación de grasa, los nervios, los músculos, los tejidos, los huesos, el cabello, etc. Ninguno de esos elementos químicos pueden ser eliminados, sin que se vean afectadas algunas de estas partes del cuerpo.

Una de las necesidades más importantes de la vida es conservar la salud y evitar la enfermedad. Cada vez que se enferma una parte cualquiera del cuerpo, tendremos sólo la manifestación externa de algo anormal que ocurre dentro. La enfermedad, el dolor y el padecimiento que se sienten en el cuerpo físico, son precisamente el último estado de lo que ha estado sucediendo previamente.

La verdad es que si el alimento que comemos es inadecuado y la digestión incorrecta -¿porqué no nos damos el tiempo necesario para aprender a comer y beber correctamente?....- entonces el funcionamiento del hígado y las glándulas también serán inadecuados y todo el sistema sanguíneo también estará mal, porque la corriente sanguínea se fabrica de los alimentos y líquidos que ingerimos en el cuerpo y es producida por funcionamiento del hígado y las glándulas.

En lo cotidiano, cometemos tres errores fundamentales en nuestra forma de vida: a)No comemos los alimentos apropiados, b) No hacemos ejercicio, y c) No ayudamos a arrojar la apropiada cantidad de materia inútil cada día

Como ya lo hemos repetido –y a modo de ser tildado reiterativo- nuestro cuerpo puede mantenerse perfectamente normal si es que comemos, bebemos, respiramos, hacemos ejercicios, dormimos y pensamos adecuadamente. Si no nos damos el tiempo necesario para hacer ejercicios y una respiración apropiada, NO podremos vivir la vida normalmente. Debemos dar especial importancia –de una vez por todas- a los poderes curativos y constructivos que la naturaleza nos ha brindado inherentes de nuestro cuerpo, y que están constantemente en guerra con las enfermedades, luchando con las alergias, destruyendo gérmenes o construyendo tejidos nuevos.

El agua es esencial
Una de las cosas que más ayuda a conservar el funcionamiento normal del estómago, del hígado, del bazo, de los intestinos, de la vejiga y de los riñones, es tomar diariamente mucha agua (aproximadamente entre 1 y 2 litros, dependiendo de la contextura de las personas), pero no como parte de las comidas -porque mucho líquido diluye los jugos digestivos- sino que entre las comidas para proveer humedad adicional para refrescar y limpiar internamente el cuerpo.

El agua en el cuerpo -en cada célula- debe ser cambiada constantemente, por lo que para reponerla, se debe ingerir más agua. Cada 24 hrs. existe una cierta cantidad de transpiración natural y normal, que es el resultado del cambio de humedad. Cada poro de la epidermis es un respiradero para respirar aire y también exhalar humedad transpirando

La falta de agua en su sistema y en su cuerpo constituye una de las causas fundamentales para que se desarrollen muchas formas de enfermedad y anormalidad. Si diariamente bebemos la adecuada cantidad de agua, nos ayudará también a lavar y limpiar el interior del cuerpo.
Nos aseamos diariamente sólo para mantener el cuerpo limpio por fuera y........ ¿QUÉ DE LA LIMPIEZA DE NUESTRA PARTE INTERIOR?

Comencemos el día bebiendo un vaso de agua –normal, de la llave- en ayunas, prosigamos con un vaso justo antes de cada comida y otro entre las comidas (media mañana y media tarde), para finalizar con otro vaso de agua antes de acostarnos.

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domingo, 3 de diciembre de 2006

Conócete a Tí Mismo

Tiempo de lectura del artículo completo: 5 min 50 seg
Desde los albores de la civilización, la humanidad se ha entregado a la eterna búsqueda del conocimiento de sí misma. Este anhelo de saber empieza con preguntas que son comunes a todos los seres humanos, como: ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Hay una fuerza que unifica a todo el universo? ¿Existen leyes superiores y uniformes que ordenan y dirigen las cosas, o tal vez éstas ocurren al azar?

Con toda seguridad, usted se ha formulado estas mismas preguntas al mirar retrospectivamente su pasado o cuando contempla su futuro. Es muy probable que primero haya intentado encontrar las respuestas en alguien más, o en algo fuera de usted, pero las respuestas siempre han estado -y siempre estarán- dentro de usted mismo. Como dijo Platón una vez, "buscar conocimiento y aprender no es -de hecho- sino recordar". Por lo tanto, es inevitable que en algún punto de su evolución usted tenga que emprender un viaje dentro de su propio ser.

El hecho de que usted esté leyendo estas líneas, revela que muy dentro de su ser ha sentido el apremio de mejorar las condiciones presentes de su vida. Con esto ha dado el primer paso en el viaje hacia su ser interno.

Conócete a ti mismo: he aquí una profunda exhortación que nos han hecho místicos y filósofos desde los más remotos tiempos. Pero, ¿en qué consiste este propio conocimiento?, ¿se trata de conocer nuestro carácter?

Para el místico, es algo más hondo, es -ante todo- conocer ese ser interno que llevamos en nosotros, el ser divino, su esencia misma. Es buscar la causa de la existencia, la relación entre lo finito y lo infinito, entre lo interno y lo externo. Conociendo ese ser interno, tendremos el conocimiento de nuestra relación con Dios.
Es más importante conocerse a sí mismo, que tener conocimientos, puesto que conociendo el verdadero Ser, es como asomarse al interior de las cosas y contemplar el plan cósmico.

Con este conocimiento tendremos la comprensión de las leyes de causa y efecto, y de la relación de sus resultados o manifestaciones. A medida que avancemos en este conocimiento y nos demos cuenta que somos un segmento indivisible del gran todo, sabremos apreciar que esa armoniosas fuerzas de la unidad que mantiene con lo divino, irradia a través de la persona y nos ayuda a desarrollar la intuición, medio por el cual podremos escuchar esa voz interna que nos enseña a corregir nuestra manera de pensar y nos indica la manera sabia de vivir.

El ser interno, se manifiesta gradualmente en la personalidad del alma, a medida que ésta se va desarrollando hacia un plano más elevado de conciencia, por medio de las experiencias del ser externo. El hombre entonces, conoce su verdadero Ser -su ser interno- lo acepta como su guía y pone todo su empeño en recibir sus mensajes.
Las debilidades humanas disminuirán a medida que dejemos que la energía divina fluya hacia el ser externo, para perfeccionarlo en todas sus manifestaciones, y así gozar del feliz resultado de la armonía entre el verdadero Yo y el ser externo.

La sinceridad de nuestro esfuerzo en la búsqueda de ideales elevados, nos permitirá llegar a la integración con la divinidad.

"Todo en la vida es sufrimiento", dijo el gran místico Buda. Se refería a los desafíos que constantemente plantea la vida para vencer los obstáculos que impiden crear una mejor vida familiar, desarrollar una carrera exitosa, satisfacer las necesidades materiales, conservar la salud e incluso enfrentarse con serenidad a la muerte. Esta lucha eterna no debe causar desaliento, ya que superando los desafíos de la vida es como el hombre evoluciona.
La clave para enfrentar con éxito esos desafíos, es aprender a encontrar las soluciones dentro de uno mismo. Cuando se aprenden las técnicas adecuadas, se cuenta con inspiración y energía, y hasta se encuentran soluciones específicas para todos los retos de la vida.

Casi desde el momento cuando nacemos empezamos a reprimir nuestro ser interno, a fin de poder adaptarnos al mundo exterior y sobrevivir en él. La sociedad -considerada como un todo- está adaptada para este fin. Nuestra familia y nuestros conocidos intentan enseñarnos una conducta socialmente aceptable.

Nuestro sistema educativo nos enseña lenguaje, matemáticas, ciencias y técnicas, así como las reglas sociales que necesitamos seguir para satisfacer nuestras necesidades materiales. Cuando somos adultos, formamos parte de una sociedad donde los negocios y el gobierno tienden al materialismo y a mantener el "statu quo". Una generación de esta índole produce otra igual, y así continúa el ciclo en el que sólo se enfoca el mundo exterior.

No debe usted desanimarse a causa de que fuerzas externas impidan a tanta gente ponerse en contacto con su ser interno. En lugar de eso, le instamos a que considere la posibilidad de acelerar su evolución interna. En su esfuerzo por lograr ese fin, cualquier talento que usted posea se perfeccionará y destacará, y no pasará mucho tiempo sin que usted encuentre la manera de utilizarlo en su propio beneficio y en el de la humanidad. De esta manera, ¡usted se convierte en una esperanza para el futuro!

Quienes recorren el sendero místico aprenden a ver los diversos aspectos de la conciencia, no como capas separadas a través de las cuales uno debe cavar, sino como una misma corriente que fluye a niveles cada vez más profundos. Comprendemos que desde el nivel objetivo con sus cinco sentidos físicos, hasta el nivel subjetivo que abarca lo mental, lo psíquico y lo espiritual, todos son UNO SOLO. Cada uno de ellos merece el mismo respeto, ya que todos son reflejos del Alma-Personalidad.

En definitiva, la meta del viaje hacia el ser interno es alcanzar la Conciencia Cósmica. Después de sentir primero un deseo profundo de saber, y haber emprendido luego el largo viaje para buscar la inteligencia divina, es entonces que usted puede encontrarla, manifestándola por medio de su propio esfuerzo. Esta experiencia es intuitiva.

Todos hemos tenido alguna impresión intuitiva: es un discernimiento profundo que de súbito cruza por la consciencia. Es muy rara la persona que puede provocarla a voluntad para resolver sus problemas cotidianos u obtener conocimiento.
Usted se dará cuenta de lo erróneo que es confiar ciegamente en los sentidos objetivos. Aprenderá –al igual que un pianista cuando hace constantes ejercicios a cinco dedos o un nadador aprende a bracear– a escuchar, reconocer y obedecer la guía de esa "suave vocecita interna". Lentamente, las facultades intuitivas van despertando de su estado de letargo hasta llegar a un estado activo de poder y confianza. Esta magnífica síntesis produce, en diferentes grados y de acuerdo con el desarrollo personal, un sentido de grandeza cósmica.

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