domingo, 1 de abril de 2007

Los pensamientos y el relajamiento pleno

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Pensar constituye una serie de ideas que están en constante estado de fluencia en nuestro cerebro. Los pensamientos son sensaciones exteriores de cosas que vemos, olemos etc., que interrumpen el equilibrio vibratorio dentro nuestro y exaltan en el cerebro una serie de otras nuevas vibraciones.

En actividades normales, nuestro pensamiento consiste sólo en la percepción o registro de las impresiones tenidas por nuestros sentidos receptores, así que la evaluación de la experiencia es a menudo superficial. Aceptamos o rechazamos lo que parece ser una experiencia casi inmediata, ya sea gratificante o no. Cuando el pensamiento está en la forma de información, son nociones o ideas definidas que no nos hemos formulado y NO son el resultado de nuestro propio razonamiento. Aceptamos el valor de la idea como viene y la usamos en esa misma forma

Pensar con optimismo y enfrentar la realidad en forma positiva, sin evadir las dificultades de la vida y contemplar cual es nuestra actitud más íntima cuando enfrentamos esa realidad, es uno de los objetivos de todo místico.

Sin embargo, existen pensamientos negativos y ponzoñosos que pueden estar aletargados en los profundos escondrijos de la conciencia, que tienen un gran efecto sobre nuestro cuerpo y causan enfermedad general, hasta un colapso completo de todo el sistema (téngase presente que los últimos estudios confirman que estos pensamientos inarmoniosos son la causa del cáncer)

Uno de los principios fundamentales del misticismo, sustenta que el pensamiento posee el poder de poner en acción vibraciones de frecuencia muy elevada, que al dirigirlas hacia una manifestación constructiva y positiva, nos llevan al más alto desarrollo que sea humanamente posible. Tenemos que emplear ese poder para servir a los demás, y todos sabemos que -en este campo- recibimos tanto como damos. Servir a los demás, no necesita ostentación. Es simplemente una misión a nombre del Cósmico y debemos ejecutarla en forma permanente, silenciosa e invisible.

Aprendamos el pleno relajamiento
Antes de acostarnos, debemos evitar que haya luces que nos molesten, sonidos que nos distraigan y todas las cosas que nos impidan un adecuado relajamiento y un aislamiento de las impresiones concientes.

Al acostarnos, permanezcamos boca arriba por unos momentos, con los ojos cerrados. Entonces, voluntariamente situemos nuestra mente por sobre nuestro cuerpo y asumamos la actitud de que estamos desempeñando el papel de una persona que nos atisba hacia abajo (no es fácil, requiere el uso de la voluntad y práctica: la práctica hace al maestro). Esto nos hará relajar inmediatamente las manos y los brazos a los lados del cuerpo, otorgándonos un estado de pleno relajamiento que nos brindará el sueño completo.

Después de permanecer así por un rato, podemos voltearnos sobre nuestro lado derecho o izquierdo y continuar relajados mientras empezamos a dormirnos, con un último pensamiento de agradecimiento por lo que el día nos ha dado, por las oportunidades que nos ha brindado y que somos uno con la conciencia divina, que puede ayudarnos para que actuemos siempre de la manera que más nos convenga.

Comprobaremos que nuestro sueño es tan profundo, que no tendremos conciencia de nada, que nada nos perturba y que por la mañana despertaremos con más vitalidad y energía que nunca.