domingo, 11 de febrero de 2007

¿Olvidar o Perdonar?

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A menudo, cuando alguien se disculpa, la otra persona acepta las disculpas diciendo: ¡Olvídalo!......pero ¿tienen el mismo resultado olvidar y perdonar?

Ésta es una pregunta importante ya que el perdón se encuentra en el centro de una vida sana y feliz. El perdón protege las relaciones y también protege a la persona que perdona……….. pero ¿que es perdonar? ¿Es lo mismo que olvidar?

Desde luego que no: Olvidar se hace por interés o comodidad. Queremos estar libres de recuerdos molestos, por lo que intentamos olvidar hechos problemáticos. Olvidar es un método erróneo de conseguir paz de espíritu. Cuando se hace bien, es como la amnesia. Cuando olvidamos el pasado, podemos interaccionar, en el presente con las personas o las cosas del pasado que han creado un problema.

Lo que ocurre es que, lo que olvidamos, no necesariamente desaparece. Si enterramos algo en el patio trasero, lo único que conseguimos es que no se vea. Las cosas que olvidamos quedan enterradas bajo el conciente, pero viven bajo la superficie y se manifiestan en nuestros sentimientos y actividades. Aparecen en los sueños y en los dibujos que hacemos y siguen formando parte de nuestras vidas, tanto si somos concientes de ello, o no. Es mucho mejor acordarse de acontecimientos problemáticos, sentir los efectos de la memoria y resolver la cuestión de una forma que lleve a la curación auténtica……….pero ¡ojo!: Esto sólo ocurre cuando perdonamos.

El perdón conlleva dar amor. Es una manera de decir: Voy a prescindir de tus malas acciones, no voy a amargarme y voy a seguir queriéndote de todos modos. Cuando perdonamos, alcanzamos paz –una serena paz profunda- y podemos decir, que hasta nos volvemos dioses. “Dios no tiene pecados imperdonables, eso sólo nos ocurre a los seres humanos” reza el dicho y continua “en Su escritorio tiene una placa que dice: Todo lo que tú olvidas yo lo recuerdo, y todo lo que tú recuerdas, yo lo olvido”

¿Por qué? Simplemente porque olvidar significa que las heridas no se curarán: Se infectarán bajo la superficie y nos harán enfermar mental, física y espiritualmente.

Cada vez que perdonamos, empezamos una vida nueva, libre del pasado y abierta al amor. El perdón no sólo tiene que darse en la relación con los demás, sino –y mucho más importante- también en la relación con uno mismo. Estamos aquí para servir, no para que nos sirvan. Estamos aquí para dar, no para obtener.

Por eso, intentemos perdonar hoy a alguien. Dediquemos un rato a recordar algo que hayamos intentado olvidar, algo malo que nos hayan hecho: Recordar, pensar, sentir, comprender y luego perdonar. Ese es el camino -requiere práctica- pero de momento basta con dejar de olvidar y empezar a perdonar.

¿Porqué no hacerle un regalo a nuestro espíritu? Empecemos perdonando todo lo que tengamos pendiente de perdonar.