sábado, 10 de febrero de 2007

Digestión (parte 2): Masticar mucho-Comer lento

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Una pequeña cantidad de alimento bien masticado y apropiadamente digerido nos dará más fuerza, nutrimento y vitalidad que una gran cantidad de comida pobremente digerida.


Después que los alimentos pasan por el largo conducto llamado esófago, entran al estómago -junto a la adición de jugos gástricos para preparar la mezcla que disuelve los alimentos- donde se verifica un maravilloso arreglo mecánico –autónomo- de agitación y mezcla de alimentos con los flujos químicos, hasta que llegado el momento preciso, el píloro se abre y permite que el estómago se contraiga vaciando toda la mezcla dentro de la primera sección de los intestinos.
La acción del píloro es autónoma y su función es la de una válvula de seguridad que se cierra tan pronto el alimento entra al estómago y se mantiene cerrada mientras el estómago verifica todos sus movimientos peristálticos -pues de lo contrario el bolo alimenticio pasaría al intestino antes de estar debidamente mezclada y preparada- hasta que por vía de seguridad el estómago precisa descongestionarse del exceso de alimentos ingeridos.

Los jugos gástricos fluyen a través de las membranas interiores del estómago y tienen también gran importancia porque deben ser capaces de disolver pesadísimas combinaciones de alimentos que ingerimos (baste decir grasas animales). La enzima pepsina, es uno de los más importantes elementos de los jugos gástricos.
El jugo pancreático y la bilis también tienen su naturaleza química de importancia.

El proceso digestivo dura en el estómago alrededor de 4 horas y si el alimento es más o menos sólido, los jugos se mezclan sólo con el alimento que está cerca de las membranas interiores del estómago, quedando el del centro pobremente mezclado.
Cuando el estómago llega al límite de no poder sostener mayor cantidad de alimentos, se ve obligado a vaciarlos a medio digerir a los intestinos, sobreviniendo como resultado la indigestión. Si el estómago tiene que estar vacío antes del tiempo normal, el alimento no recibe la apropiada mezcla con los jugos gástricos y los nuevos bocados que van cayendo empujan a los otros hacia el intestino creando en el sistema una condición peligrosa.

Comer lento y masticar mucho para saciar el apetito
El placer de comer lo derivamos del sabor en la boca y debemos desarrollar el hábito de comer lentamente y retener el bocado el mayor tiempo posible, para que se mezcle con la mayor cantidad de saliva y facilite la digestión.

Los alimentos que nos gustan los tragamos muy rápidamente y con fin de extender el placer de saborearlo, comeremos tres veces más -o tanto como sea necesario-, ignorando que un sólo pedazo, comido en bocaditos bien masticados y revueltos en la boca, proporciona el mismo sabor y placer al comerlo, que varios pedazos rápidamente ingeridos y poco masticados.

El gusto es algo que podemos desarrollar y constituye la principal tentación al ingerir los alimentos. Mientras masticamos y revolvemos los alimentos en la boca, derivamos de ello el placentero beneficio que hace del comer una función universalmente grata para todos. Cuanto más tiempo permanezca el alimento en la boca, mayor placer se deriva de ello. Entonces…..¿porqué engullimos los alimentos reteniéndolos en la boca escasamente un par de segundos, masticándolos sólo una vigésima parte del tiempo requerido, forzándolos a bajar por el esófago hacia el estómago, donde ya no nos proporciona ningún placer?