domingo, 21 de enero de 2007

Escuchar: Una Técnica que Debemos Desarrollar

Tiempo de lectura artículo completo: 6 minutos 10 segundos
Una de las famosas citas de Salomón dice: “Hay un momento para cada cosa y un tiempo para cada propósito bajo el cielo: un momento para nacer y un momento para morir; un momento para plantar y un momento para cosechar lo que se ha sembrado...” Otra frase suya que parece tener cualidades mágicas en mi mente: “El pidió un corazón que sepa escuchar”.

Salomón sabía lo que cada uno de nosotros aprenderemos al final: que todo lo que se escucha de verdad, se escucha con el corazón.

La mayoría de las conversaciones son únicamente monólogos alternados. La pregunta es: ¿hay una forma verdadera de escuchar? Muchos de los problemas actuales están basados en el hecho de que la gente habla y no escucha. Escuchar, también es comunicación.
La comunicación no reside solamente en conversar con los demás, sino en escuchar a los demás. Muchos de nosotros no escuchamos atentamente lo que otros nos dicen, y ni siquiera nos escuchamos a nosotros mismos. Rara vez escuchamos en forma atenta y reflexiva, ni mucho menos nos abstenemos de expresar nuestras ideas, solo hasta una vez que nuestro interlocutor ha finalizado de expresar las suyas. Muy pocos de nosotros escuchamos más allá de lo que dicen las palabras, de manera que podamos entender la verdadera situación que se nos está comunicando.

Esta situación no es sorprendente, si por un lado consideramos la insignificante cantidad de instrucción que se imparte para enseñarnos a saber escuchar, y si por otra examinamos la falta de programas para desarrollar este arte en la mayoría de las escuelas, y desde luego la inherente complejidad que encierra el arte mismo de escuchar.

Resultados de un estudio reciente –no recuerdo exactamente cuando- señalan que la habilidad para escuchar se puede enseñar y que esta habilidad mejora notablemente cuando se proporciona instrucción al respecto, amén que adicionalmente produce progreso en la lectura y en el uso del lenguaje.

No todos somos oyentes indiferentes. Cada uno de nosotros tenemos uno o más amigos afectuosos, interesados y receptivos, a quienes podemos recurrir en caso de tener la necesidad de ser escuchados. Una buena manera de escuchar implica guardar silencio, silencio creativo, expresivo.

Parece ser que el silencio juega un papel muy importante en nuestra vida y nosotros lo experimentamos muy de vez en cuando. Cuando –valga la redundancia- dos personas se reúnen, la necesidad de comunicarse surge casi compulsivamente. Si ninguna de ellas conversa activamente, la atmósfera parece artificial. Nos sentimos incómodos. Luego se vierten ideas sin darles tiempo de madurar, sobreponiéndolas una tras otra en un impulso inconsciente de no dejar libre de expresión verbal ni un solo momento. Como resultado, ponemos en circulación muchos pensamientos incompletos y -peor todavía- las reservas de ideas potencialmente beneficiosas se reprimen y no se les deja desarrollarse, debido a que surgen precipitadamente pensamientos concebidos a la ligera para llenar los vacíos que se producen durante la conversación.

¿Qué se necesita para ser un buen oyente y cómo debemos empezar? El buen oyente ha de ser una persona cordial y amigable, que siente afecto por la gente, con gran capacidad de entendimiento y con suficiente buena voluntad para comprender.

Nunca tenemos que decirle a una persona que nos preocupamos por ella. Ella sabe que si la escuchamos, es porque nos interesamos en sus cosas y le ayudaremos. Preocuparse por alguien es tenerle cariño, y el cariño ejerce una influencia tremenda tanto en el alma como en el cuerpo. Obviamente no amamos a todas las personas que escuchamos, pero es necesario tenerles un sentimiento de simpatía. Si les escucharnos con genuina amabilidad, les mostraremos nuestro interés y preocupación.

Un buen oyente escucha intentando comprender todo lo que se le dice. Escucha con interés y paciencia e incluso escribe cosas que considera importante para abordar a su debido turno. Está atento constantemente a lo que el orador le dice. Si sentimos verdadero afecto por un amigo, sus pensamientos deberían ser tan importantes para nosotros como lo es él mismo, de manera que nos haga desear saber lo que estos significan.

Si escuchamos en forma imaginativa, pronto nos sentiremos en el lugar del orador. Esto ayuda, pues hay que escuchar sin esperar anhelantemente interrumpir la conversación. Debemos estar dispuestos a contener nuestros comentarios y concentrarnos en crear una atmósfera que invite a nuestros amigos a expresar sus propias opiniones hasta el final, sin que nuestros pensamientos tercien en el tema. Por otra parte, deberíamos ser la clase de oyentes en quienes se puede confiar, con la seguridad de que todo lo que se nos dice no saldrá de nosotros. Todo esto no es un tema menor, ni puede lograrse fácilmente. Es algo que debemos desarrollar a medida que nos desarrollamos nosotros mismos.

Cuando nos convertimos en personas más amorosas, automáticamente nos volvemos mejores oyentes. Una vez que empezamos a escuchar a los demás, descubrimos que también ponemos más atención en otros aspectos de la vida. ¿Quién de entre nosotros no ha sentido un temor reverente ante el silencio que le rodea cuando camina bajo las estrellas en una noche clara, o en una playa bañada por el Sol cuando el viento arrecia y el oleaje se encrespa? Guardar silencio en tales momentos resulta muy gratificante.

Hay otro reino en donde podríamos ser mejores oyentes. Muy pocos de nosotros escuchamos claramente lo que nos dice nuestra voz interna, por muchos conocida como intuición. Es esa voz la que nos impulsa a escribir ese email o a hacer una llamada telefónica de agradecimiento. Algunas veces nos dice que es el momento de detener lo que estamos haciendo y permitirnos un descanso, o nos dice que empecemos a emprender de inmediato un nuevo proyecto. Ella nos dice lo que es mucho y lo que es poco.

Escuchar es un medio frecuente de recepción, un escuchar interno, en el cual debemos tratar de distinguir lo que pueden ser voces y mensajes que provienen en verdad del alma. Tal vez las escuchemos como un susurro, o quizás suenen claramente como una voz que nos habla fuerte, pero invariablemente sus mensajes son cortos, claros, incisivos y -por lo general- nos hablan de la vida interna.

He aquí unas cuantas técnicas de comunicación que pueden serles de mucho beneficio:
• Dejen que sus pensamientos divaguen de vez en cuando. Concédanse la libertad de disfrutar de la ensoñación o de las ideas abstractas.
• Expresen sus pensamientos internos. Examínenlos a medida que los pronuncian en voz alta, en lugar de dejarlos escapar sin control.
• Traten de escribir a mano, o en computador, en un estilo libre, escriban cualquier cosa que les venga a la mente.
• Practiquen el relajamiento, la meditación y los ejercicios de respiración profunda.
• Dediquen un tiempo determinado cada día o un día de cada semana para escribir un diario. Escriban sus pensamientos, ya que esto les conducirá a originar nuevas ideas.
• Acéptense más a sí mismos. No se preocupen constantemente acerca de qué pensarán de ustedes los demás. Estar tan conscientes de ustedes mismos puede llevarles a censurar su intuición, aun antes de que les hable.
• Pasen unos momentos en completo silencio. El ruido de la radio, de la TV y la conversación, pueden perturbar la voz queda de la intuición.
• Mantengan una “actitud creativa y positiva”. Los pensamientos negativos, tales como “Yo no soy creativo” o “Yo no puedo resolver este problema”, pueden no dar cabida al funcionamiento de la intuición.

A medida que su habilidad para escuchar continúe desarrollándose, se darán cuenta de que son personas más efectivas en el hogar, en los negocios y en la comunidad y –lo mejor de todo- lo serán el resto de sus vidas.

1 Comments:

Blogger mariano said...

Muy BUENO este argumento o espacio me habrio la mente y me inspiró gracias .! Una cosa me pueden mandar este texto a tu.zeus@hotmail.com gracias!!!!!! mariano 9/03/08

4:53 p. m.  

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