domingo, 31 de diciembre de 2006

Silencio y Quietud (complemento post anterior)

Tiempo lectura artículo completo: 5 min 45 seg

“Procura reservarte momentos de quietud interior y aprende entonces a discernir lo esencial de lo secundario”, dice una de las primeras reglas que debe observar un estudiante de misticismo.

¿Qué es la quietud?: es tu naturaleza esencial, el espacio interno -o conciencia- en el que –por ejemplo- las palabras de este blog son percibidas y se convierten en pensamientos. Sin esa conciencia, no habría percepción, ni pensamientos, ni mundo.

Como ya lo hemos dicho, cuando quiera que haya silencio a tu alrededor, escúchalo, date cuenta de él, préstale atención. Escuchar el silencio despierta la dimensión de quietud dentro de ti, porque sólo la quietud te permite ser conciente del silencio. Observa que en el momento de darte cuenta del silencio que te rodea, no estás pensando. Eres conciente, pero no piensas, se produce inmediatamente ese estado de serena alerta interna. Estás presente, has salido de miles de años de condicionamiento colectivo humano.

Mira un árbol, una flor, una planta. Deja que tu conciencia descanse en ellos. ¡Qué quietud manifiestan, qué profundamente enraizados están en el Ser! Permite que la naturaleza te enseñe la quietud. Cuando miras un árbol y percibes su quietud, tú mismo te aquietas, te conectas con él a un nivel muy profundo, te sientes unido a cualquier cosa que percibes en y a través de la quietud. Sentir la unidad de ti mismo con todas las cosas, es verdadero amor.

El silencio ayuda, pero no es necesario para hallar la quietud. Aunque haya ruido, puedes sintonizar con la quietud subyacente, el espacio en el que surge el ruido. Ese es el espacio interno de pura conciencia, la conciencia misma.

La verdadera inteligencia actúa silenciosamente. Es en la quietud donde encontramos la creatividad y la solución a los problemas.

¿Es la quietud tan sólo ausencia de ruido y contenido? Categóricamente ¡NO!: es la inteligencia misma, la conciencia subyacente de la que nace toda forma…..y ¿cómo podría eso estar separado de quien eres tú en realidad? De allí salió la forma que crees ser, y lo que la sustenta.

Cuando miras ese árbol, o un ser humano desde la quietud, ¿quién está mirando? Algo más profundo que la persona: ¡es la conciencia que está mirando a su creación! ¿Necesitas más conocimiento? ¿Crees que más información o computadores más rápidos, o más análisis científicos e intelectuales van a salvar al mundo? ¿No es sabiduría lo que más necesita la humanidad en estos momentos?

Pero ¿qué es la sabiduría y dónde se encuentra?: la sabiduría viene cuando uno es capaz de aquietarse. Sólo mira, sólo escucha, nada más hace falta. Aquietarse, mirar y escuchar, activa la inteligencia no conceptual que anida dentro de ti. Deja que la quietud dirija tus palabras y tus acciones.

Volviendo al comienzo, sencilla aparece la regla que concierne a los momentos de quietud interior y sencilla parece también su observancia. Pero, con ser sencilla sólo conduce a su objetivo, si se cumple -y SOLO si se cumple- con seriedad y rigor.

Cómo debe observarse el cumplimiento práctico de esta regla:
Apártate -por unos momentos- del transcurso de tu vida cotidiana, con el objeto de ocuparse de algo totalmente distinto de sus ocupaciones habituales. La naturaleza de la actividad deberá ser totalmente distinta de las tareas que llenan las demás horas del día. Esto no debe interpretarse como si lo que haga en esos momentos de aislamiento, no tuviese nada que ver con el contenido de su trabajo diario. Al contrario, el ser humano que se dedique a buscarlos en forma apropiada, no tardará en descubrir que -gracias a ellos- adquiere la fuerza necesaria para sus quehaceres normales. Tampoco hay que pensar que la observancia de esta regla, realmente pueda restar el tiempo que se necesita para cumplir con sus deberes: basta con que sean cinco minutos al día. Lo importante es cómo se empleen estos cinco minutos.

Durante ese intervalo, deslígate por completo de tu vida habitual: tus pensamientos y sentimientos deberán tener matices distintos de los que comúnmente tienen, deberás hacer desfilar ante la mente tus placeres, dolores, preocupaciones y acciones, de modo que todo lo experimentado lo contemples desde un punto de vista más elevado.

Para comprender de que se trata, pensemos cuan distintas a las propias se nos presentan en la vida común y corriente las experiencias y acciones de los demás, y no podría ser de otro modo, pues con nuestro ser interno nos hallamos entretejidos en todo lo que EXPERIMENTAMOS o HACEMOS y no en lo que experimentan o hacen los demás. Lo que perseguimos en eso cinco minutos escogidos, es contemplar y juzgar nuestras propias experiencias y acciones como si hubiesen sido experimentadas o ejecutadas -no por nosotros- por otra persona.

El valor de la tranquila contemplación interna, no depende tanto de qué es lo que uno perciba, sino de saber despertar en sí mismo la fuerza para desarrollar la quietud interior.

1 Comments:

Blogger Antonio Iribarren said...

Primero es el silencio y después la quietud

11:06 p. m.  

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