domingo, 26 de noviembre de 2006

El Místico Práctico Moderno

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En la actualidad, se han asociado muchos conceptos extraños y erróneos a las palabras místico y misticismo. El malentendido más general, es que ellas se refieren a fenómenos extraños y fantásticos. En realidad, el místico desea y busca de manera definitiva la verdad, el conocimiento y reprueba las supersticiones, tanto como lo hace el que se considera racionalista.

Para el místico, la intuición es un conocimiento moderno no aprendido y tiene una visión profunda de este conocimiento no aprendido, que proviene de lo que él puede llamar lo Absoluto, la Mente Universal, Dios o el Cósmico.
Cree además que no se necesita ningún intermediario para obtener el contacto directo con la realidad única. Aunque puede acudir a la razón y a la lógica -como cualquier otro- su ser intuitivo le permite comprender las sutilezas de la experiencia que muchas veces la razón no revela a los hombres.

El místico cree en la unidad de la realidad. Para él la materia, el cuerpo y la mente no son más que manifestación de una Divina Inteligencia única. Hasta el tiempo y el espacio no son para el místico, sino indicaciones de la limitación de la percepción humana, pues él los considera como variaciones de lo Absoluto, del Uno. Aunque ciertos místicos pueden negar el que tengan inclinaciones panteísticas, a través de todas las enseñanzas místicas, existe el hilo de la creencia de que la Divina Inteligencia está infundida en todas las cosas. Como el místico expone la creencia en la unidad de todas las cosas en una sola realidad, y como él cree que esa realidad es una Divina Inteligencia, entonces esa Inteligencia debe ser -de algún modo- inherente a todo.

Creencia fundamental del místico, es que él puede recibir personalmente iluminación divina, por medio de su subconsciente. En su meditación, llega hasta él un conocimiento revelado que acepta intuitivamente como verdadero. La revelación es tan clara para él, que cree que el conocimiento no necesita justificación por medio de la razón.

El místico tiene también la convicción de que la mayor parte del conocimiento obtenido por medio de los sentidos es ilusorio: le falta el elemento de la verdad, porque es transmitido a la conciencia por los sentidos (receptores poco fidedignos). El conocimiento recibido por medio de la intuición, es considerado como divino en su origen, pues proviene de un contacto íntimo con la realidad única y trasciende en importancia a lo que perciben los sentidos.

Sin embargo, no se debe pensar que -por estos conceptos- el místico inteligente niegue completamente el valor de todos los datos suministrados por los sentidos. Comprende que sus sentidos reflejan ciertos aspectos de la realidad que son necesarios para su existencia física y mortal y también comprende, que los datos de los sentidos y el conocimiento así percibido, no puede dar al hombre la experiencia de la unidad cósmica o la visión íntima de la naturaleza de lo divino.

El místico moderno verdadero, no es una persona que carece de sentido práctico. A veces puede aislarse de las distracciones del mundo, para lograr la elevación de su conciencia –la que sea necesaria- y entrar en armonía con el Uno. Sin embargo, él siente una obligación moral de emplear el flujo de la iluminación, las nuevas ideas o el conocimiento que le ha sido revelado. Es incompatible con su conciencia, el encerrar esa luz por completo dentro de los confines de su conciencia personal. La iluminación recibida se convierte en un incentivo y un estímulo para la acción, que finalmente él expresará de diversas maneras.

Después de un período de iluminación, el místico puede exponer a otro lo que él considera un camino místico hacia la felicidad. La iluminación puede manifestarse en el ejercicio de sus talentos individuales o –por ejemplo- también en el cultivo de sus cualidades estéticas, aunque de ninguna manera está dedicado sólo a las cosas estéticas. Algunos de los grandes hombres de ciencia, grandes sabios y filósofos han sido místicos, o han tenido simpatía por las contribuciones de los místicos al progreso de la civilización. Ellos fueron guiados por la inspiración que brotó de la meditación.
Abraham Lincoln, según sus propias declaraciones, jamás tomó una decisión importante sin la iluminación que llegó hasta él, desde una fuente interior de sabiduría.
Albert Einstein dijo: “La más bella, la más profunda emoción que podemos experimentar, es la sensación de lo místico… Aquel a quién la emoción le es extraña, que no puede maravillarse y pasmarse, se parece a un muerto”.

Un místico puede ser ingeniero, médico, astrónomo y muchos se han destacado como hombres de empresa. Ellos permiten que su vida sea guiada por el flujo de sabiduría que llega hasta ellos desde una fuente trascendente, o por lo menos desde aquello que ellos consideran superior a la razón mortal.

La filosofía mística es una manera de vivir por medio de la cual el individuo se ajusta a su ambiente, como respuesta a una experiencia interior que haya tenido. Es un consejo superior que él interpreta de manera práctica, aplicando a sus quehaceres diarios, algo del orden cósmico que él ha comprendido.

El verdadero místico práctico moderno, debe estar consciente de sus responsabilidades, renovándose a través de un método que -aunque antiguo- está aún vigente.
Debe ser la expresión viva de su filosofía en todos los campos, mostrando tolerancia, bondad y fraternidad. Debe aprender a permanecer sereno, a dominarse, porque así sabrá también cómo controlar las condiciones que le rodean.

En realidad, no puede distinguírsele de los otros hombres, a no ser por la felicidad que obtiene de la vida, gracias a una comprensión más perfecta de sí mismo.