domingo, 4 de febrero de 2007

Digestión (parte 1): La importancia de saborear

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Familiarizarnos con la digestión y la circulación de la sangre nos ayuda a comprender la forma de mantener una salud perfecta y la causa de las enfermedades

Hay un sistema mecánico regular para transformar el alimento en sangre y otros elementos necesarios para el mantenimiento del cuerpo.

El primer paso en el proceso de la digestión –y uno de los más importantes- se inicia en la boca, que provee acción mecánica y química para la digestión de los alimentos con la trituración y molienda mediante dientes y molares, para enseguida mezclarlos con la saliva y ciertos jugos que –después de la masticación, cuando los alimentos son sabrosos- fluyen autónomamente a la boca preparándolos para el siguiente paso en el estómago.

Afortunadamente para las personas desidiosas en cumplir con las leyes de la naturaleza, la saliva y los ácidos no tienen que fluir voluntaria y deliberadamente al masticar, porque se correría el riesgo de olvidarlo la mitad de las veces y entonces sufrir de indigestión.

Por supuesto que la naturaleza no puede controlar los hábitos del hombre al comer, por lo que este tiene el poder de violar este primer paso natural al comer bocados muy grandes, engulléndolos, tragándolos sin masticarlos debidamente, ni triturarlos en partículas suficientemente pequeñas, ni dando tiempo a que se mezclen con los jugos químicos y la saliva sin prepararlo apropiadamente en la boca: esta es la primera causa de la indigestión

La importancia de saborear
Un hecho interesante de la masticación, es que el único sitio del cuerpo donde realmente saboreamos el alimento, es en la boca y una parte clave del proceso de alimentación es mezclar bien en la boca, la saliva con los alimentos al comenzar la masticación.

El verdadero placer de comer es saborear la comida. Si el alimento no es agradable y sabroso, la saliva no fluirá abundantemente y aunque comer alguna dieta basada en sustancias pastosas e insípidas puede ser perfectamente correcto desde el punto de vista dietético, no abre el apetito ni produce la debida fluidez de ácidos en el proceso digestivo y no beneficiará tanto al cuerpo como lo hacen los alimentos agradables.

Entonces cuando comamos, comamos alimentos agradables que podamos saborear, que “se nos haga agua la boca”, pero cuidado, comer los alimentos que más nos agradan es peligroso, porque crea la tendencia a excederse en ciertas cosas, prescindir de otras y desarrollar un gusto excesivo por determinados alimentos que nos proporcionan placer, ignorando el hecho que el saborear es algo que debemos y podemos desarrollar si preparamos nuestra mente para ello.